FRENTE A LAS CRISIS MUNDIALES
“Porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”. Mateo 24:6
Por Enrique Gordillo Mazariegos
Veamos el último punto de esta temática que se intitula:
IGLESIA VERSUS EMOCIONES
De los fascículos de Inteligencia Emocional que hemos escrito, consideramos que esta parte final, es la más complicada por cuanto la iglesia por las dificultades cotidianas, trastoca su salvación, una vez que maneja inadecuadamente sus sentimientos. Por ello, es imprescindible recurrir a los escritos divinos y a la opinión de los expertos para que nos den sugerencias de cómo manejar nuestras emociones.
Reiteramos la disyuntiva de Horacio Walpole: “La vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten”. ¿Cuán arraigadas están en nosotros nuestras emociones? ¿Nos hemos hecho esclavos de ellas? La libertad de nuestras malas acciones que pregona el Hijo de Dios, ¿se habrá hecha efectiva en nosotros? “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros?” Santiago 4:1. La parte final de este versículo, la versión al día traduce: “¿Será que en el fondo del alma tienen un ejército de malos deseos?”. En efecto, todo impulso lleva a una acción –precedida por una emoción—. “La Inteligencia Emocional se refiere a la capacidad humana de sentir y entender, y controlar estados emocionales de uno mismo y de los demás. Inteligencia Emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas”. Fuente: Edward Thorndike.
Según la psicología las emociones tienen distintos patrones en el sistema nervioso autónomo, por ejemplo: la emoción de adquirir un bien, de viajar, o llevar un alma a la iglesia. Dichos sentimientos son bien dirigidos a un objetivo común: ser felices. Sin embargo, cuando enfrentamos cualquier crisis—familiar, laboral, social, salud, y más—con frecuencia, ahogamos nuestras emociones que nos conducen a graves implicaciones.
Consideremos el caso del apóstol Pedro. Una vez que se lleva a cabo la captura del Maestro, acompañado de los suyos, Pedro reacciona con ira.
“Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.”. Juan 18:10.

Pedro amaba entrañablemente a su Señor y una vez que prenden a su líder, quizá sintió que le quitaban parte de su vida. Apreciamos que esta acción no fue premeditada; fue espontánea, un arrebato de furia. “Con la ira, la sangre fluye a las manos y así resulta más fácil tomar un arma o golpear a un enemigo; el ritmo cardíaco se eleva y un aumento de hormonas como la adrenalina genera un ritmo de energía lo suficientemente para originar una acción vigorosa”. Fuente: Impulsos—acción—htinl. El apóstol no pensó en las consecuencias; sus sentimientos desencadenaron esta reacción.
Un detalle que nos llama la atención en este evento es la condición de Pedro que llevaba consigo una espada. Algunos historiadores deducen que dicho acero el apóstol lo hubiese empleado, en la noche que se celebró el ceremonial del 14 de Nizan, para cortar las partes del cordero y repartirlas equitativamente entre los comensales. Recordemos que previo a la institución de la Cena, Jesucristo y sus apóstoles disfrutaron la pascua.
Ahora bien, ¿cuál fue la reacción del Maestro ante esta acción? ” Jesús entonces dijo: Pedro—después de haber restituido la oreja a Malco—mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” Juan 18:10 y 11. El Mesías jamás se sintió herido o frustrado una vez que ejecutaron su aprehensión. Incluso sabía que era ilegal por las circunstancias que rodearon su captura. Y peor aún, el trato inhumano que sufrió esa noche en manos de sus captores. Sin embargo, dirigió y coordinó adecuadamente sus emociones hacía su objetivo principal: redimir al hombre del pecado.
Volviendo al caso de Pedro, cuando ocurrió este incidente él era parte de la iglesia, uno de los escogidos del Maestro. Ello nos hace reflexionar que cualquiera de los miembros de la congregación está expuesto a sufrir alguna crisis por sus emociones. El apóstol Pablo, en el primer siglo de la iglesia lidió con algunos miembros presos de sus sentimientos:
-“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Porque aún sois carnales: que habiendo entre vosotros celos, contiendas, y disensiones, ¿No sois carnales y andáis como hombres? La última parte de este trozo, la versión al Día expone: “Están actuando como los que no pertenecen al Señor”.
Preguntamos: la iglesia de hoy, ¿es diferente a la de Corinto? Si bien es cierto que en cada época la iglesia ha sufrido por alcanzar la salvación; en la actualidad ésta se ha puesto cuesta arriba por sucesos nunca antes visto. Los siervos del Señor no pueden mantenerse al margen de lo que ocurre en el mundo, como lo expresa el Hijo de Dios: “Como tú me enviaste al mundo; yo los he enviado al mundo”. Juan 17:18. Así, en la actualidad la iglesia encara problemas sociales—violencia, escasez, desempleo, pobreza e inseguridad—. Dichos factores desencadenan: estrés, ansiedad, afecciones nerviosas, paranoia, depresión, diabetes, entre otros.
A estos factores se une el cambio climático con sus distintas manifestaciones: sismos, aumento de la temperatura del

planeta, inundaciones, disminución global de los glaciares, aumento de los niveles del mar—olas—.
De este último dato la parte final del verso 25 de Lucas, capítulo 21 explica… “y en la tierra angustia de las gentes confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”.
Este dicho profético del Maestro lo manifestó hace más de dos mil años y se está cumpliendo en la actualidad a causa del derretimiento de las masas polares, poniendo en peligro a la mayoría de los habitantes que viven en este planeta; provocando zozobra e incertidumbre.
Ante este caos que vive la iglesia hoy en día, debe pensar que estos eventos debemos de sufrirlos con estoicismo—firmeza, serenidad y tolerancia—.
El pueblo de Dios no puede experimentar confusión por los eventos actuales, ya que éstos deben tener su debido cumplimiento, antesala de una era de paz y gloria.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. 1ra Timoteo 1:7.

El ejemplo del Hijo de Dios es elocuente. Su martirio lo llevó a la victoria. Previo a ser aprehendido, y ejecutado posteriormente por nuestras rebeliones, experimentó una angustia profunda como hombre. Veamos este impresionante relato. “Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. Lucas 22:41-44. El versículo 33 de Marcos capítulo 14, expone que previo a ser entregado, “tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan y comenzó a entristecerse y a angustiarse”. ¿Por qué se produce la ansiedad en el hombre? El Maestro, en esta condición, ¿cómo la sufrió y cómo la superó? La psicología exalta las causas de la ansiedad. “El sentido de la ansiedad es el de advertir un peligro y prepara al organismo y lo activa para una respuesta eficaz ante esta situación”. Fuente: Vivir sin ansiedad. En este estado emocional el organismo del Hijo de Dios se activó, ¿cómo? “Y estando en agonía, oraba más intensamente, y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. Así, sudar profusamente, fue un mecanismo de defensa de su cuerpo para liberarlo de la presión a que estaba sometido como lo explica la siguiente nota: “En las personas que sufren un problema de ansiedad, el sudor excesivo aparece; una vez que nuestro corazón bombea sangre más rápidamente, todo esto produce que la temperatura del cuerpo se eleve la cual demanda sudor para favorecer la refrigeración y mantenernos con una temperatura estable”. Sin embargo, más allá de su estabilidad emocional y corporal destaca que el Maestro, en plena agonía oraba al Padre con vehemencia demandando fortaleza para salir victorioso de la prueba que estaba sufriendo; aborreció el dolor y su vida, por nosotros. “Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mi esta copa—de sufrimiento—pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. A través de su agonía se puso en el lugar de nosotros. Nunca, reiteramos, le dio paso a sus emociones que evitara desviar el verdadero propósito de su agonía: redimirnos del pecado en la cruz del calvario.
La otra nota importante la revela el versículo 43. “Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle”. Una vez que la crisis emocional rebasó sus límites humanos, recibió fortaleza de un ángel enviado por el Padre—gracias a sus rogativas—; porque por sí solo, no habría podido lidiar con la carga emocional que lo abatía.
A la inversa, nosotros como miembros del cuerpo de Cristo en cualquier crisis que encaramos, tal vez sin desearlo rechazamos la asistencia de ayuda que el Padre nos envía a través de su Espíritu consolador; y queremos por si solos superar nuestros problemas; de pronto olvidamos las promesas del Altísimo Dios de protegernos, por ejemplo de la violencia. “Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende”. O auxiliarnos en verdaderas crisis de angustia. “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”. 1ra Pedro 5:7. Este estado emotivo afecta nuestro nivel de productividad y bienestar general. Lo peor, que en esta situación—estrés, ansiedad, ira, temor, malicia, rencor, etc—lo cultivamos en el hogar, y lo trasladamos a nuestro entorno laboral e incluso a la iglesia. Y dentro del templo nos volvemos personas tóxicas y quizás sin proponernos afectamos al resto de la congregación y obstaculizamos el desarrollo de la obra del Altísimo Dios. No en balde las páginas sagradas registran los términos: angustia o ansiedad. 1ra Pedro 5:7, afán—Mateo 6:25— turbar—Juan 14:1—
expectación—Lucas 21:26—. Dichas palabras están ligadas a nuestras emociones; cobran actualidad en la era en que vivimos en un mundo convulsionado por las distintas crisis que lo agobian.
Una de las causas que nos abruman hoy en día, es el afán—causa y efecto de adquirir algo a toda costa—. El Hijo de Dios en su tiempo previno a su pueblo evitar caer en la ambición. “Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? “ Mateo 6:25.
Y es que como lo explica la psicología. “El afán genera conflicto entre espíritu y materia, pureza e instinto, por el deseo obsesivo de lograr objetivos aun cuando están fuera de nuestro alcance”. Al no conseguir dicho fin, creará en la persona frustración, autoestima baja, etc.
El afán por esta vida puede incluso, afectar no solo nuestra salud mental sino nuestra salvación; una vez que el enemigo lo utiliza como distractor para desviarnos del verdadero propósito por el cual luchamos. Considere por ejemplo el caso de Marta, Lucas 10:41 y 42.
Por fin, el Hijo de Dios no solo nos previene, sino nos ofrece herramientas viables para conservar una mente reflexiva de cara a los acontecimientos actuales que nos afligen. “Más buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas—comida, vestuario, educación, salud, seguridad, certeza, etc—os serán añadidas”. Mateo 6:33. El versículo anterior a este, el Maestro afirma que el Padre conoce todas nuestras necesidades y está presto a suplirlas. Incluso en el versículo 34, Jesús nos alienta a no preocuparnos por nuestro futuro. Si bien las crisis—apuntadas arriba—nos afectan, sin embargo, nos ayudan a modelar nuestro carácter que nos permite crecer con fortaleza para luchar contra cualquier evento negativo que amenace nuestra salvación, como lo expone el Maestro… “En el mundo tendréis aflicción—pena, pesar, dolor, tribulación, consternación, tortura, etc—más confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. ¿O acaso no está escrito que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios? Hechos 14:22. Y ¿Cómo salir triunfantes de las duras pruebas que nos son impuestas? “Y renovad—reformar, regenerar, transformar, etc—en el espíritu de vuestra mente” Efesios 4:23. Una mente reflexiva que oriente en la búsqueda de la patria celestial, despojándose de todo lo que huele a un mundo que permanece en estado de coma y que está a punto de perecer. Lo que pensaron los que nos antecedieron. “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Porque lo que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria”. Hebreos 11:14. Versión Revisada. “Sino, fácil les habría sido entregarse de nuevo al disfrute de los deleites de este mundo. Pero no lo deseaban. Para ellos el anhelo mayor era llegar a la ciudad celestial preparada por Dios”. Versículos 15 y 16 de Hebreos 11. Versión al Día.
Así, la iglesia debe mentalizarse—“hacer que una persona tome consciencia de un hecho, problema o situación, para que lo afrente adecuadamente”—.
CONCLUIDO…
LA IGLESIA DE DIOS Y SU TEMATICA
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